El dilema existencial de la Comunidad Andina

Ramiro Escobar
07/05/2009

Crisis interna es atizada por la negativa de Ecuador a favorecer comercialmente a sus socios andinos.

Por lo menos desde hace unos 10 años, el entusiasmo político por la Comunidad Andina (CAN) ha ido decayendo. No es nueva esa flacidez integracionista, aunque recientemente se ha comenzado a hablar otra vez de “reinventar” el organismo o, incluso, de disolverlo de una vez.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa fue quien, el pasado 13 de abril, dejó flotando esa idea. Ese día, el ahora reelecto mandatario declaró a los medios que “hay que plantearse muy seriamente el futuro de la CAN” y que “el universo integrador latinoamericano ya no es subregional”.

El arrebato no era necesariamente “bolivariano”, en el sentido de escoltar a la Venezuela del presidente Hugo Chávez, que abandonó la CAN en el 2006, sino que respondía a problemas internos. Debido a que su economía dolarizada lo hace más vulnerable a la crisis económica mundial, Ecuador decidió suspender las preferencias arancelarias hacia Colombia, Perú y Bolivia.

Eso ocurrió en enero pasado, lo que hizo estallar el cotarro interno y ocasionó que, poco después, el propio organismo subregional emitiera en marzo la resolución 1227, por la cual se solicita a Ecuador que vuelva a otorgar preferencias a sus socios andinos. En suma, que éstos no paguen al menos el 20% de aranceles que se le cobra a cualquier otro país.

Increíblemente, el problema hasta ahora no ha sido resuelto, lo que evidencia la “fragmentación” existente en la CAN, tal como explica Diego García Sayán, ex canciller del Perú y director general de la organización internacional privada Comisión Andina de Juristas (CAJ).

“Estamos —sostiene— en una etapa de debilitamiento de este organismo, en parte porque existen visiones políticas diferentes”.

Dicho apunte es certero. Actualmente, esta comunidad que alberga a 99 millones de personas —que hablan hasta 165 lenguas y que habitan en cerca de 4 millones de km²— está gobernada por cuatro líderes políticos de signo muy distinto. Podría decirse que hay dos grupos de dos presidentes.

En un lado, estarían los mandatarios Evo Morales, de Bolivia, y Correa, aparentemente asociados por sus simpatías “bolivarianas”, críticos de los tratados de libre comercio (TLC) y con economías basadas en los hidrocarburos. En la otra esquina, habitarían el peruano Alan García y el colombiano Álvaro Uribe, sumamente devotos de los TLC.

Libre comercio vs. integración

Alejandra Alayza, de la organización peruana Red de Globalización con Equidad (RedGE), opina que, en efecto, los TLC son un bache para la integración. La prueba es el lento desarrollo de las negociaciones hacia un Acuerdo de Asociación que trataban la CAN y la Unión Europea (UE). Colombia y Perú, por ejemplo, desean establecer acuerdos comerciales por separado con la UE.

“Debido a las dificultades que hay para alcanzar una posición común —explica Alayza— ha terminado convirtiéndose en un TLC clásico. Los componentes de cooperación y diálogo político, que presuntamente lo diferenciaban del acuerdo con EEUU, han pasado a un segundo plano”.

Ese síndrome, como señala Alayza, nos vuelve más vulnerables, pero además deja de lado algo que resulta fundamental: el comercio intrandino no es despreciable. Las exportaciones intrarregionales ascendieron en el 2007 a US$5.8 millardos, cuando en 1970 apenas llegaban a 75 millones. La CAN fue fundada en 1969.

El fuerte de este intercambio andino, además, se asienta —recuerda García Sayán— en los productos manufacturados, como ropa, calzado, conservas. Las exportaciones de Colombia a Bolivia, por citar un caso (dos países con regímenes de signo político muy distinto), se incrementaron, entre el 2007 y el 2008, en 43.5%. Y las de Ecuador a Colombia, en el mismo periodo, aumentaron en 24.5%.

Desde 1970, en todo el ámbito de productos manufacturados, el comercio entre los socios andinos ha crecido 131 veces, mientras que al resto del mundo las exportaciones de la CAN son, mayormente, de materias primas. Existe un gran mercado allí que, de disolverse o encogerse el organismo subregional, quedaría desaprovechado.

Poca sintonía con la población

Otro factor que, al parecer, contribuye al tambaleo de la CAN es, según el ex canciller peruano, la escasa conexión que tiene el organismo con la población, si bien existen tres Consejos Consultivos (Laboral, Empresarial, de Pueblos Indígenas), el Tribunal Andino de Justicia, el Parlamento Andino (que aconseja, pero no legisla) y hasta un canal de televisión por internet.

“La gente no lo siente en el día en el día”, sostiene García Sayán, al tiempo de agregar que tampoco hay una gran presencia del organismo en los medios de comunicación.

El proyecto Acción con la Sociedad Civil para la Integración Andina (SOCICAN), financiado por la Unión Europea, que busca involucrar más a la sociedad civil a través de proyectos ejecutados por terceros (organizaciones no gubernamentales, sociales, sindicales), trata de reparar esa brecha con lo que ha bautizado como “integración integral”.

Es decir, una integración que incluya temas como la lucha contra la corrupción, la democracia, los derechos humanos o el fenómeno de la migración. Dicha iniciativa busca complementar el trabajo de los Consejos Consultivos, tal como señala Carlos Ortiz, miembro del Consejo Consultivo Laboral Andino y director del Instituto Laboral Andino.

El mismo Ortiz, sin embargo, precisa que “la CAN es uno de los organismos con normatividad más avanzada, pero que no se lleva a la práctica por falta de decisión política”. Señala como ejemplo una normativa comunitaria referida a la salud y seguridad en el trabajo, que compromete a los países a adecuar sus legislaciones para fortalecer ese aspecto de la actividad laboral.

“No se cumple por la inacción de los Estados y también de los propios sindicatos, que no se interesan mucho en el proceso de integración”, precisa.

La CAN tiene, asimismo, un proyecto para incrementar la producción y el consumo de alimentos nativos, que involucra a 80 municipios en los cuatro países, así como una Agenda Ambiental 2006-2010, que tiene tres ejes temáticos fundamentales: la Biodiversidad, los Recursos Hídricos y el Cambio Climático. En base a dicha agenda, se busca armonizar políticas públicas y hacer estrategias comunes, además de promover la educación ambiental y el desarrollo sostenible.

¿Cómo es que una estructura aparentemente tan bien afinada y un comercio relativamente intenso no producen un organismo suficientemente vigoroso? ¿Hay salida para el presunto entrampamiento?

Freddy Ehlers, el actual secretario general de la CAN, insiste en la necesidad de la integración y tranquiliza la atmósfera política diciendo que “muchas veces han matado a la CAN” y en realidad eso nunca sucede. En junio próximo, además, cuando el Perú asuma la presidencia temporal del bloque, se planteará una nueva “visión estratégica”.

Según el viceministro de Relaciones Económicas Internacionales de Bolivia, Pablo Guzmán, este nuevo enfoque debería incluir temas como “biodiversidad y agua, seguridad, desarrollo social, participación ciudadana y lucha contra la pobreza”.

La propuesta suena prometedora, aunque mientras subsista el atasco político el reciclaje de la CAN será lento.

“La crisis mundial, no obstante, puede crear un escenario de donde emerja una solución”, dice García Sayán, con una leve esperanza. Es posible, aun cuando lo primero será capear los disensos internos, como el suscitado por la decisión ecuatoriana frente a sus aranceles, que, sigue poniendo baches al dormido sueño de Simón Bolívar. —Noticias Aliadas.


Fuente: Noticias Aliadas

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